jueves, 27 de marzo de 2008

Puerta VI

Llegamos y nos atienden como si de parientes queridos se tratase.
Firmaste las autorizaciones de conformidad para dar lugar al estudio de cateterismo.
Se abrió una puerta, el médico llamó y te fuiste apurado sin mirarme ni saludar, ni un beso. Fui a la cafetería del sanatorio a tomar un desayuno, llegué al lugar en ayunas de solidaria.
Cuando llevaba por la mitad la segunda media luna, se abrió la puerta del ascensor y a los golpes empujaron una camilla, tantos golpes que salí a mirar dejando el café con leche en la mesa que ocupaba. La camilla entró donde te vi ingresar por última vez.
Luego, todo lo demás.
El médico casi llorando pidiéndome que rece, que te ibas que un paro que la hipotermia, que no sabía cómo había pasado, que rece.
Se abrió la puerta y entró el médico amigo, que me abraza, que rece. Que se va y vuelve a entrar que me vaya haciendo a la idea, que ya no escucho el resucitador, que mejor que mueras. Ya más de quince minutos descerebrado que mejor que mueras, que ya está, que no hay nada que hacer.
Mejor que mueras.
Y araño las paredes y abro la boca para gritar con el alma que te quedes. Pero mi voz no sale, me ahoga. Ningún escándalo, ni un reclamo, no lloro lágrimas.
Salgo por la puerta principal, están los amigos. Nuestra hija ya mujer se hace pequeña y nadie puede consolarla. Los varones en la escuela, son tan niños. Y yo de esta pesadilla no despierto.
Todo cambia. En mi vida, en el mundo, en mi mundo.
También quiero morir. Y una parte muy mía se muere entonces.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy interesante tu estilo, sigo leyéndote.
Un saludo