lunes, 21 de abril de 2008

Hipatia de Alejandría

El nombre de Hipatia significa la más grande.
La leyenda de Hipatia de Alejandría nos muestra a una joven, virgen y bella, matemática y filósofa, cuya muerte violenta marca un punto de inflexión entre la cultura del razonamiento griego y el oscurantismo del mundo medieval.
Como ocurre con todas las biografías de los matemáticos (y matemáticas) de la antigüedad, se sabe muy poco de su vida, y de su obra se conoce sólo una pequeña parte.
Fue recordada como una gran maestra y admirada por la magnitud de sus conocimientos.
Era considerada como el mejor matemático vivo del mundo greco-romano.
En la época de la Ilustración, Toland y Voltaire, utilizaron su figura como expresión de la irracionalidad del fanatismo religioso, y en el Romanticismo la recrearon como la encarnación del espíritu de Platón y el cuerpo de Afrodita. Pero toda esta notoriedad ha hecho que se pierdan de vista sus logros intelectuales y su auténtica biografía.
Enseñó Matemáticas, Astronomía y Filosofía, escribió un trabajo titulado “El Canón Astronómico”, comentó las grandes obras de la matemática griega como la “Aritmética” de Diofanto, “Las Cónicas” de Apolonio, el libro III del “Almagesto” de Tolomeo, probablemente comentara junto a su padre, los “Elementos” de Euclides y el resto del “Almagesto”.
Construyó instrumentos científicos como el astrolabio y el hidroscopio.

Vivió durante la época del Imperio Romano en Alejandría1 , aunque por su formación podemos considerar que era griega, por la ubicación de Alejandría, egipcia y por la época, romana2 .

El padre de Hipatia, Teón, fue también un ilustre matemático y astrónomo cuya vida está asociada al Museo3 , del que puede haber sido el último director.
Se sabe de él por dos eclipses, uno de Sol y otro de Luna que tuvieron lugar durante el reinado de Teodosio I.

De ella se ha dicho: "Hipatia es la primera mujer de ciencia cuya vida está bien documentada". “Aunque la mayoría de sus escritos se han perdido existen numerosas referencias a ellos”. "Fue la última científica pagana del mundo antiguo, y su muerte coincidió con los últimos años del Imperio romano". "Ha llegado a simbolizar el fin de la ciencia antigua"

Centro Virtual de Divulgación de las Matemáticas –DivulgaMat-


Lo de la muerte violenta, responde a su ejecución, no fue accidental: condenada a muerte “porque sabía demasiado” Me pareció interesante el aporte y quise compartirlo a partir de una imagen de Hipatia que mostraba una de las vidrieras del blog vecino
al que llamé Perradas,  para identíficarlo -vale la pena una recorrida por sus calles-

lunes, 14 de abril de 2008

La mujer habitada (fragmento)

" Después de varios meses de recios combates, uno tras otro morían los guerreros. Vimos nuestras aldeas arrasadas, nuestras tierras entregadas a nuevos dueños, nuestra gente obligada a trabajar para los encomenderos. Vimos a los jóvenes púberes separados de sus madres, enviados a trabajos forzados, o a los barcos desde donde nunca regresaban. A los guerreros capturados se les sometía a los más crueles suplicios; los despedazaban los perros o morían descuartizados por los caballos. Desertaban hombres de nuestros campamentos. Sigilosos desaparecían en la oscuridad resignados para siempre a la suerte de los esclavos. Los españoles quemaron nuestros templos: hicieron los códices sagrados de nuestra historia; una red de agujeros era nuestra herencia. Tuvimos que retirarnos a las tierras profundas, altas y selváticas del norte, a las cuevas en las faldas de los volcanes. Allí recorríamos las comarcas buscando hombres que quisieran luchar, preparábamos lanzas, fabricábamos arcos y flechas, recuperábamos fuerzas para lanzarnos de nuevo al combate.

Yo recibí noticias de las mujeres de Tegucigalpa. Habían decidido no acostarse más con sus hombres. No querían parirle esclavos a los españoles. Aquella noche era la luna llena, noche de concebir. Lo sentí en el ardor de mi vientre, en la suavidad de mi piel, en el deseo profundo de Yarince. Regreso de la caza con una iguana grande, color de hojas secas. El fuego estaba encendido y la cueva iluminada de rojos resplandores. Se acercó y después de comer acaricio el costado de mi cadera. Ví sus ojos encendidos en los que se reflejaban las llamas de la hoguera. Quite su mano de mi costado y me resbale más lejos, hacia el fondo de la cueva. Yarince vino hacia mí creyendo que se trataba de un juego para excitar más su deseo. Me beso sabiendo como sus besos eran pulque jugoso en mis labios: me emborrachaban. Lo bese. En mi surgían imágenes: agua de los estanques, tiernas escenas, sueños de mas de una noche, un niño guerrero, rebelde, inclaudicable, que nos prolongara, que se pareciera a los dos, que fuera un injerto de los dos, cargando las mas dulces miradas de ambos. Me aparte de que sus labios me vencieran. Dije: No, Yarince, no. Y luego dije no de nuevo y dije lo de las mujeres de Tegucigalpa, de mi tribu: no queríamos hijos para las encomiendas, hijos para las construcciones, para los barcos, hijos para morir despedazados por los perros si eran valientes y guerreros. Me miro con ojos enloquecidos. Retrocedió. Me miro y fue saliendo de la cueva, mirándome cual si hubiera visto una aparición terrible. Luego la ramas de la hoguera, muriéndose encendidas. Mas tarde escuche los aullidos de lobo de mi hombre. Y mas tarde aun, regresó arañado de espinas. Esa noche lloramos abrazados, conteniendo el deseo de nuestros cuerpos, envueltos en un pesado rebozo de tristeza. Nos negamos la vida, la prolongación, la germinación de las semillas. Como me duele la tierra de las raíces solo de recordarlo! No se si llueve o lloro"

Gioconda Belli
(Nicaragua, 1948)

domingo, 13 de abril de 2008

AMOR DE FRUTAS

Déjame que esparza
manzanas en tu sexo
néctares de mango
carne de fresas;

Tu cuerpo son todas las frutas.

Te abrazo y corren las mandarinas;
te beso y todas las uvas sueltan
el vino oculto de su corazón
sobre mi boca.
Mi lengua siente en tus brazos
el zumo dulce de las naranjas
y en tus piernas el promegranate
esconde sus semillas incitantes.

Déjame que coseche los frutos de agua
que sudan en tus poros:

Mi hombre de limones y duraznos,
dame a beber fuentes de melocotones y bananos
racimos de cerezas.

Tu cuerpo es el paraíso perdido
del que nunca jamás ningún Dios
podrá expulsarme.

Gioconda Belli

Poeta y novelista nicaragüense nacida en Managua en 1948.
Junto a Ernesto Cardenal y Claribel Alegría, inició la renovación de la poesía en su país. Un marcado acento erótico impregna buena parte de su obra, aunque la última producción denota una gran preocupación por los cambios políticos de su patria.
Entre los libros más reconocidos, se destacan «Sobre la grama» y «Eva»

http://amediavoz.com

jueves, 27 de marzo de 2008

Puerta VI

Llegamos y nos atienden como si de parientes queridos se tratase.
Firmaste las autorizaciones de conformidad para dar lugar al estudio de cateterismo.
Se abrió una puerta, el médico llamó y te fuiste apurado sin mirarme ni saludar, ni un beso. Fui a la cafetería del sanatorio a tomar un desayuno, llegué al lugar en ayunas de solidaria.
Cuando llevaba por la mitad la segunda media luna, se abrió la puerta del ascensor y a los golpes empujaron una camilla, tantos golpes que salí a mirar dejando el café con leche en la mesa que ocupaba. La camilla entró donde te vi ingresar por última vez.
Luego, todo lo demás.
El médico casi llorando pidiéndome que rece, que te ibas que un paro que la hipotermia, que no sabía cómo había pasado, que rece.
Se abrió la puerta y entró el médico amigo, que me abraza, que rece. Que se va y vuelve a entrar que me vaya haciendo a la idea, que ya no escucho el resucitador, que mejor que mueras. Ya más de quince minutos descerebrado que mejor que mueras, que ya está, que no hay nada que hacer.
Mejor que mueras.
Y araño las paredes y abro la boca para gritar con el alma que te quedes. Pero mi voz no sale, me ahoga. Ningún escándalo, ni un reclamo, no lloro lágrimas.
Salgo por la puerta principal, están los amigos. Nuestra hija ya mujer se hace pequeña y nadie puede consolarla. Los varones en la escuela, son tan niños. Y yo de esta pesadilla no despierto.
Todo cambia. En mi vida, en el mundo, en mi mundo.
También quiero morir. Y una parte muy mía se muere entonces.

miércoles, 26 de marzo de 2008

Puerta V

Y empiezan los cambios cuando se abre la que da a esa cama que nos espera lisa y llana. Y en la cama, él.
No siempre viene bien. A veces, muchas, muy mal.
Nos quedamos, porque no queremos que se nos confunda. Porque no queremos confundirnos. Porque es mucho cambiar de cara de nombre de hombre, de espacio despacio o rápido, de amor pasado a próximo desamor.
Nos aguantamos hasta que aparece el que nos demuestra que ya no soportábamos más.
Que mejor nos vamos, que salgamos corriendo con valijas o sin ellas, con el auto o con el perro o Ni gato me llevo, pero me voy. Hasta luego o hasta nunca. Si te he visto ni registro.

¿Muy mal? Sí, lo sé.
Pero así pasa. Y nada dejó el otro que queda detrás de la puerta. Una se pregunta cómo fue que, ¿Nada?
¿Nada me pasa por dentro si hago el repaso de las horas, de los tiempos?

La Puerta VI modifica en algo a la Puerta V (dije, “en algo”)

Puertas IV

Otras, son ésas que uno deja entornadas para que él empuje apenas y pase.
Son las que más tardan en cerrarse.  Las que abrimos a un amor que justo era el que deseábamos pero no el que nos correspondía.
Insistimos una vez, otra más y otra.
No quiere. No es, erramos.
Sufrimos como adolescentes aún siendo adultos hasta que comprendemos. A nadie se puede forzar a entrar, menos a que se quede adentro.
Cosas perdida: tiempo y energía.  Luego descubrimos que el amor no era Amor -por lo que no se pierde-
Era necesidad. Y ésa se satisface de varias maneras, entre ellas comiendo.

La puerta se cierra sola, tarda en abrirse nuevamente.
Memoria, no eres nada frágil.

lunes, 24 de marzo de 2008

Puertas III

 
Otras veces, alguien las abre y trae consigo una maravilla que nos deslumbra toda la vida.  Viene con algo de lo divino, de magia y sol.
Como cuando nació mi primer hijo. Una niña pequeñita y delgada con la que entró a la habitación una enfermera rubia y regordeta empujando la cunita de metal. Adentro, el bollo de personita apenas nacida, boca abajo, dormida serena y plácidamente.
Rosada y sana olía a bebé, mientras emitía pequeños suspiritos luego de succionar al aire una teta invisible con la que muy bien se alimentaba, porque durmió más de tres horas sin reclamo.
Luego demandó hasta hoy en un permanente ir y venir de retribuciones que crecen con ella.
Agradezco el habernos reencontrado luego de tantas vidas, tantos otros caminos recorridos en igual actitud amorosa, de camaradería y lealtad infinita.

domingo, 23 de marzo de 2008

Puertas II

A veces se cierran.
Uno queda adentro y alguien querido se va.
Así fue con la partida de mi padre. Recuerdo aún que mamá jamás me perdonó que me hubiese colgado de su brazo diciendo, Me voy con vos.
-No te puede llevar, agregó mi madre, Se va con otra.
Su risa histérica me dañó más que la puteada de papá. Y se fue solo luego que pegó la trompada en la puerta por no dársela a mamá en la cara, pienso ahora.
Me quedé, pero nunca dejé de verlo, jamás.
A veces uno queda adentro y el otro sale. Y uno sale con el otro aunque quede adentro.
También forma parte de lo inesperado.

Puertas I

Cuando abro una, cualquiera sea, mi corazón se dispone a lo inesperado.
Sensación magnífica que nos hace niños en un segundo o ancianos por una eternidad.
Puertas a espacios conocidos, familiares, añorados, amados, cansados, a estrenar. Luminosos o en tinieblas. Celosos guardianes de amores pasados y de hoy.
Para cuidarnos en la tibieza o rescatarnos del sol.
Sugerentes puertas que están dispuestas, invitándonos a entrar.

                                                                                Stephen Berstrom "Embrasure de la porte" (oleo)